Ejercicios Espirituales

Introducción a los Ejercicios Espirituales en el Vaticano, 17-23 de febrero de 2013

       “Dentro de mi hay una fuente muy profunda. Y en esa fuente está Dios. A veces consigo llegar a ella; a menudo está cubierta de piedras y de arena: entonces Dios está sepultado. Entonces hay que volver a desenterrarlo” Era el 30 de noviembre de 1943; en Auschwitz, en una cámara de gas, se deshacía la existencia terrena de sólo 29 años de una joven holandesa, Etty Hillesum. Unos meses antes, en su Diario, había escrito las líneas que hemos mencionado y que podemos tomar libremente como una representación simbólica de los Ejercicios Espirituales, como un liberar el alma del polvo y la tierra de las cosas, del barro del pecado, de la arena de la banalidad, de las ortigas y malas hierbas de la murmuración.

Son muchas la formas posibles de desenterrar la voz de Dios, que acaso se haya ido debilitando en nosotros. Hemos decidido elegir una ruta privilegiada para recuperar la pureza de la fe, apoyándonos en un lema clásico: Lex orandi, lex credendi , la guía, la norma para el verdadero creer es el camino de la oración con todos sus matices. De hecho, hemos añadido una variación adicional: Ars orandi, ars credendi . Orar es también un arte, un ejercicio de belleza, de canto, de liberación interior. Es ascesis y ascenso, es esfuerzo riguroso y vuelo ligero y libre del alma hacia Dios. Por usar una sugerente definición de la liturgia en su naturaleza más íntima, propuesta por el filósofo Jean Guitton, es numen y lumen, es misterio, trascendencia, realidad objetiva, palabra divina que en nosotros se desvela, pero también contemplación humana, adhesión gozosa, canto de los labios y del corazón.

La Estrella Polar en esta experiencia es el Salterio bíblico, representación deslumbrante aspecto dialogal de la Revelación. Las oraciones de los salmos son, sí, palabras humanas, y sin embargo, llevan sobre sí el sello de la inspiración divina, también hablan de Dios. Como escribió el teólogo Dietrich Bonhoeffer, eliminado por la barbarie nazi, en su libro sobre el modo de "rezar con los Salmos":"si la Biblia contiene un libro de oraciones, debemos concluir que la palabra de Dios no es sólo la que él quiere dirigirnos a nosotros sino también la que él quiere que nosotros le dirijamos" No en vano, la tradición judía, dividiendo en cinco libros los 150 Salmos, idealmente ha querido acercar a la Torá divina una Torá orante, respuesta de fe y amor a aquella.

Precisamente a causa de esta doble dimensión que el salterio y la misma oración revelan, dos serán también los caminos que recorreremos juntos. Pero antes, detengámonos un momento para delinear la esencia de la oración, una palabra de origen latino particularmente atractiva porque está vinculado a "orare”, la oración, y también a "proclamar" (oración conmemorativa pública: lo que entra en acción es, pues, la os, la boca, con los labios, que en el ad-orare puede referirse también a la mano llevada a la boca para enviar un beso a la deidad amada. Pero, como veremos más adelante, puesto que es la boca la que canta, inevitablemente entra en juego la respiración, un signo de la vida física e interior.